Debe entenderse desde una perspectiva relacional, es decir, "la sustancia" no existe como algo independiente de las variadas y diferenciadas formas de su uso. Lo determinante no es el producto, sino la relación con el producto y el modo de vida en que se inscribe.
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La escuela puede propiciar la constitución de sujetos que no sean meros repetidores de informaciones, seguidores de normas, consumidores pasivos o, peor aún, individuos excluidos del proceso de aprendizaje. Con dicho fin, debe desarrollarse un tipo de gestión educativa donde se priorice la generación de espacios y climas sociales escolares que habiliten el diálogo, la intersubjetividad, el encuentro con el otro, el trabajo en equipo, en fin, el despliegue de las reflexividades, autonomías y derechos de los sujetos.
Para el desarrollo de acciones eficaces en el marco de la promoción de la salud, como concepción que implica la formulación de políticas públicas saludables, es necesaria la intersectorialidad y la participación de la comunidad en las decisiones referidas a la salud. Específicamente, es necesaria la coordinación intersectorial entre la escuela y las instituciones locales y las organizaciones de la sociedad civil que se ocupen de temas vinculados con la salud: las sociedades de fomento, el centro de salud, los hospitales, los centros barriales, etcétera.
El trabajo en red entre las escuelas de la zona permitirá también el intercambio y la articulación de estrategias comunes para un abordaje comunitario que promueva relaciones fluidas entre la escuela y las instituciones barriales.
Finalmente, pero no por eso de menor importancia, hay que mencionar el vínculo con los padres, para intentar construir con ellos una posición frente al consumo de alcohol que no implique el ocultamiento y la negación (el "de eso no se habla"), ni un grado de alarma que paralice y dificulte el vínculo padres-hijos. En este sentido, son desaconsejables los posicionamientos adultos en extremos de tolerancia y permisividad, tanto como en un prohibicionismo poco realista (el "no lo hagas", como modelo preventivo, resulta harto insuficiente).
La educación sobre alcohol significa aumentar los conocimientos de los alumnos, lograr que se posicionen con respecto al consumo abusivo de alcohol y desarrollar sus habilidades para que puedan tomar decisiones que los alejen de él.
Posibilidades de actuación de la escuela en materia de educación sobre el alcohol:
1. Ejercitar el juicio crítico frente a las asociaciones siempre positivas entre alcohol y felicidad, alcohol y alegría, alcohol y buenos vínculos.
2. Ayudar a construir alternativas para la diversión y el intercambio que no impliquen consumo abusivo de alcohol.
3. Aprender a identificar, analizar y resistir la presión de la publicidad, de los medios de comunicación o de los grupos de referencia y pertenencia.
4. Dar información adecuada sobre el alcohol y las consecuencias de su consumo.
5. Enseñar a disminuir los riesgos derivados del uso del alcohol.
6. Modificar la percepción de "normalidad" del consumo y de actitudes de pro-consumo por parte de los alumnos.
7. Incrementar su percepción de riesgo con respecto al consumo abusivo.
8. Modificar sus creencias erróneas con respecto al consumo de alcohol.
9. Potenciar el desarrollo de factores de protección, por ejemplo, de habilidades y competencias personales y grupales.
10. Fomentar la inclusión de la educación para la salud en el proyecto de la escuela.
Aspectos generales de la educación sobre consumo de alcohol
La educación sobre alcohol no es sólo enseñar los efectos del alcohol. Sus objetivos deben ir más allá de los conocimientos e incluir el desarrollo social, interpersonal y afectivo de los alumnos. Pero este desarrollo no se alcanza sólo por medio del currículo formal, sino también a través del currículo oculto, que se refiere al clima social existente en la escuela y en la clase, en cuanto a su código disciplinario, las actitudes que adoptan profesores hacia alumnos y alumnos hacia profesores. Las interacciones entre los alumnos y los profesores, y de los profesores entre sí, son una poderosa influencia educativa. El diálogo constituye una herramienta fundamental en el proceso de desnaturalización y (re)construcción de valores, normas e identidades de los sujetos.
Tomar situaciones reales como punto de partida. Las personas construyen los conocimientos por integración con los conocimientos previos. La educación sobre alcohol también ha de partir de lo que los alumnos ya conocen, desde sus experiencias. Se trata de que ellos manifiesten, compartan, discutan y reflexionen sobre estos conocimientos, intentando clarificar y ordenar lo que ya saben para avanzar luego hacia un nuevo esquema cognitivo que permita integrar nuevas experiencias y conocimientos.
Ejercitar una enseñanza interactiva. El docente no puede ser un mero transmisor de conocimientos, ni el alumno un receptor pasivo de saberes establecidos. Es necesario que los docentes tengan un papel dinamizador de actividades que promuevan la reflexión y la implicación personal en los problemas. Los alumnos, por su parte, deben ser protagonistas de su proceso educativo. Se les debe estimular a que planteen dudas e interrogantes, a que analicen críticamente aquello que creen saber, a contrastarlo con otros hechos y opiniones, y a descubrir modos alternativos de enfrentar las situaciones.
La intervención de expertos ajenos a la escuela es una práctica poco aconsejable. El problema de estas intervenciones es que se hacen de manera descontextualizada, muchas veces con recursos poco pedagógicos, sin el conocimiento necesario de las características del alumnado. Además, se trata de intervenciones puntuales, de por sí insuficientes.
Posibilidades para trabajar el tema
Introducirlo como tema transversal en el currículo. La ventaja de esta modalidad es que asegura un abordaje múltiple de las cuestiones relacionadas con el consumo de alcohol. La desventaja es que puede dar como resultado un enfoque excesivamente orientado a los aspectos informativos y descuidar los aspectos más vivenciales y las posibles respuestas ante situaciones concretas. El alcohol y las otras drogas son temas transversales en nuestra sociedad. Tienen que ver con los valores, con el consumo, con la sexualidad, con la convivencia, con la seguridad, con la economía y con nuestro sistema de vida en general. Esto justifica su incorporación como tema transversal en el currículo, en la medida en que toca aspectos de la educación para la salud, de la educación para el consumo, de la educación para la convivencia, de la educación vial, de la educación de los valores, etcétera.
Introducirlo como programa específico. Es más simple porque un docente puede ponerlo en práctica con sus alumnos antes de conseguir la implicación de otros docentes de la escuela, pero los alcances serán más limitados.
Lo que tiene que incluir una intervención preventiva
Recordemos que el consumo de alcohol debe entenderse desde una perspectiva relacional, es decir, "la sustancia" no existe como algo independiente de las variadas y diferenciadas formas de su uso, las cuales no siempre responden al estereotipo que circula, tanto en los discursos formales, como en los del sentido común. En este sentido, lo determinante no es el producto, sino la relación con el producto y el modo de vida en que se inscribe.
Si bien nuestro trabajo preventivo está planteado desde la escuela, no podemos dejar de tener en cuenta la complejidad del fenómeno y pensarlo en los escenarios en los cuales se produce. Desde allí cobra importancia entender qué lugar ocupa el consumo de alcohol para los adolescentes en cada contexto educativo.
Resulta fundamental comprender los sentidos y significados que asume el consumo de alcohol en sus espacios de sociabilidad, en sus relaciones con otros jóvenes, en sus prácticas de diversión nocturna. Para propiciar este conocimiento, una posibilidad es reflexionar alrededor de ciertos interrogantes para los cuales, debemos advertirlo, no hay únicas respuestas:
Si el alcohol está presente desde hace varios siglos, vinculado con rituales y procesos de socialización en diversas culturas, y lo sigue estando aún en la actualidad, entonces ¿por qué nos llama la atención que, para importantísimas franjas de la población adolescente y juvenil, el consumo de bebidas alcohólicas ocupe un lugar central en la organización de sus salidas nocturnas?; ¿existen aspectos generacionalmente novedosos en estas prácticas?; ¿en qué medida son "elegidas" por las juventudes?; ¿en cuánto participa el estímulo del mercado en el vuelco hacia este tipo de consumo?; ¿cómo se articulan lo local y lo global en torno a estas prácticas?, ¿en cuánto participan otros factores que pertenecen al orden de lo que podríamos denominar como cierta "sensibilidad de época", de la que los adolescentes participan, pero no son únicos protagonistas?
Los enfoques clásicos de salud pública tienden a reducir el análisis de este fenómeno a una mera descripción de las frecuencias de consumo de alcohol y a su distribución en relación con dimensiones socio-económicas, educativas y etáreas, entre otras. Dichos abordajes cumplen con el objetivo de visibilizar esta problemática como problema social. Sin embargo, esto no nos permite responder a las preguntas formuladas en el párrafo anterior.
El hecho de beber o no beber descansa sobre tres pilares: disponer de información, tener adoptada alguna actitud al respecto y poder desarrollar una postura crítica acerca del consumo de alcohol como culturalmente impuesto.
¿Cuáles son las técnicas de educación sobre alcohol que se van a utilizar?
Para responder a esta pregunta, hay que delimitar previamente cuál es el objetivo de la intervención.
Si el objetivo es aumentar la información sobre el alcohol, las técnicas habituales de transmisión de información pueden ser suficientes. Pero las técnicas que implican al alumno en su propio proceso de aprendizaje son las que proporcionan aprendizajes más sólidos y duraderos. Por esto, la utilización de medios audiovisuales, las técnicas de búsqueda y elaboración de información por los propios alumnos y las técnicas de discusión de la información son las que dan mejores resultados.
Si los objetivos priorizan el cambio de actitudes, las técnicas de análisis de situaciones (método de casos), de análisis y resolución de problemas son las más útiles, sobre todo si se realizan grupalmente.
Si los objetivos se orientan a generar una postura crítica reflexiva con respecto al consumo de alcohol, se puede trabajar con análisis crítico de mensajes publicitarios y con las posibilidades de desarrollar posturas autónomas y no complacientes con las tendencias consumistas asumidas por el grupo de pares; por ejemplo, se pueden ensayar diferentes respuestas posibles presentando diversas situaciones cotidianas.
Además de los aspectos relacionados con la promoción de la salud y los factores de protección a estimular en el aula y la escuela, presentaremos a continuación tres aspectos de los abordajes en los que pensamos que deberían apoyarse fundamentalmente las intervenciones preventivas.
La información sobre el alcohol como sustancia, los diversos efectos que produce, las estadísticas sobre consumo por parte de los jóvenes, y los riesgos asociados con el consumo abusivo.
El trabajo sobre las actitudes con respecto al consumo abusivo de alcohol.
El desarrollo de una postura crítica reflexiva en relación con el consumo de alcohol como culturalmente promovido o impuesto.
Es importante destacar que las actividades incluidas a continuación de cada uno de los temas desarrollados son sólo sugerencias que el docente puede tomar como ideas para mejorar, ampliar o modificar de distintos modos, según su iniciativa, los lineamientos del establecimiento en el que trabaja y las características del grupo de alumnos.
También es importante tener en cuenta que, si bien los docentes pueden estar preocupados por el abuso de alcohol por parte de los jóvenes -de los que pueden tener evidencias-, no tendría sentido desarrollar las actividades sugeridas en este material para ser realizadas en el aula si no hay un interés explícito en el tema de parte de, por lo menos, algunos de ellos. Imponer un tema en materia de prevención, cuando no hay un emergente visible de que las preocupaciones o inquietudes de los alumnos van por ese lado, es comprobadamente inconducente.
¿Por qué incluimos actividades cuando decimos que el modelo de trabajo que proponemos busca empoderar a los sujetos? Porque de este modo alumnos y docentes no tienen que partir de cero.
Porque presentamos ideas para mejorar, ampliar y/o modificar de distintos modos los lineamientos con los que se venía trabajando desde la escuela. Porque muchas veces este tipo de trabajos, sin quererlo, termina reproduciendo lugares comunes, tanto por parte de los docentes como de los alumnos; tener actividades concretas nos permite acercarles una mejor percepción de qué y cómo estamos pensando el trabajo en la escuela. Porque de este modo podemos compartir experiencias que han funcionado con algunos grupos de jóvenes, es decir, reúne un listado de actividades que ya fueron probadas y que dieron buenos resultados para esos grupos.
Fuente: Revista Novedades Educativas 276/277 - Dic. 13 / Ene. 14
Autora: Ana Lía Koremblit, Ana Clara Camarotti y Pablo Francisco Di Leo
Foto: BigStock
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