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La formación profesional de los bibliotecarios sólo contempla una aproximación a la Literatura, la mayoría de las veces insuficiente.
A menudo acuden a las bibliotecas públicas lectores que piden recomendaciones para una novela de amor, un libro de miedo o un relato policial. El bibliotecario no leyó todas las novelas, ni tiene referencia de ellas. Por lo tanto, ante la necesidad de los lectores, deben implementarse sistemas que les acerquen una mayor cantidad de información orientativa, para que ellos puedan manejarse independientemente.
Este libro es una guía para iniciarse en el tema de los géneros literarios, define las características propias de cada uno y plantea la metodología para clasificarlos correctamente.
1. Pensando en los lectores
2. Origen de este sistema
3. Ámbito de aplicación
4. Los géneros literarios
5. Distribución de los géneros
6. Características de cada género
Realista - Aventuras - Bélico - Erótico - Biográfico - Hechos reales - Histórico - Romántico - Suspenso - Política - Ficción - Alegórico - Realismo mágico - Fantástico - Fantasía - Ciencia ficción - Terror - Humorístico
7. Apuntes
8. Aplicación de este método
Elementos a tener en cuenta para la calificación
9. Sobre la identificación de los libros
10. Punto final
En este libro voy a proponerle que haga lo que no se debería hacer. De veras. Vamos a transgredir, juntos, las reglas de lo correcto. Y estoy seguro de que el resultado valdrá el pecado.Voy a explicarme.
Es un hecho que las grandes obras de la Literatura universal, aquellos libros que pueden considerarse clásicos, admiten tantas interpretaciones y/o clasificaciones como lectores acceden a ellos, y que cada nueva lectura arroja visiones y significados diferentes, que enriquecen la obra. La Odisea no es solamente una historia de aventuras, Romeo y Julieta trasciende los límites de una simple historia de amor y Don Quijote de la Mancha es mucho más que el relato de la locura de un hidalgo caballero. En nuestra época, y aún descendiendo de la jerarquía de los clásicos, a nadie se le ocurriría discutir la ubicación espacial y temporal de la acción de El nombre de la rosa de Umberto Eco, pero ¿cuántos amaneceres pueden encontrarnos discutiendo, apasionadamente, sus múltiples significados? ¿A qué género literario pertenece El nombre de la rosa? ¿Es una novela de aventuras? ¿Un policial? ¿Una novela histórica? ¿Todo eso y algún que otro subgénero más...? A punto de introducirnos en el tema de este libro, como bibliotecarios descubrimos, no sin cierta desazón, que estamos metiéndonos donde no debemos. Como Caperucitas desobedientes y obstinadas, deberíamos reconocer que nuestra madre tiene razón y que no tenemos que internarnos en el bosque... Pero... ¡es tan atractivo!
Nuestro bosque, bibliotecarias/os, es la Literatura. Y sabemos que la Literatura es, esencialmente, inclasificable.
Al libro de Eco podríamos agregarle unos cuantos compañeros más: Moby Dick de Herman Melville, Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, Las enseñanzas de Don Juan de Carlos Castaneda, La historia interminable de Michael Ende... y en este cambalache podríamos seguir a través de las épocas, los movimientos literarios, los países...
La formación profesional que obtenemos al cursar nuestra carrera sólo contempla una aproximación a lo que es la Literatura. Este acercamiento es, la mayoría de las veces, histórico y, salvo muy contadas y honrosas excepciones, se realiza en tiempo muy escaso y casi sin lectura de obras literarias. Esto hace que los bibliotecarios dependamos de nuestra vocación por la lectura si queremos tener un conocimiento más profundo de lo que leen nuestros usuarios. Al trabajar en bibliotecas públicas, ¡cuántas veces nos encontramos con lectores que nos piden que les recomendemos un buen libro! ¡Cuántas veces una lectora quiere que le demos un libro para distraerse de los problemas cotidianos! Y nosotros ni leímos todas las novelas de nuestra biblioteca ni tenemos referencias de cada una de ellas... Si bien el oficio y la práctica nos permiten manejar claves que pueden hacer que acertemos a la hora de recomendar libros, no debemos confiar nuestra credibilidad profesional a la intuición. Por lo tanto, ante la exigencia de nuestros lectores de obras de narrativa (novela, cuento), tenemos que implementar sistemas que les acerquen una mayor cantidad de información orientativa.
Y, fundamentalmente, debemos ponernos en el lugar del lector. Vale decir que hay que dar la vuelta al mostrador de nuestra biblioteca, detenernos frente a los libros y mirarlos tal como los mira cualquiera de nuestros cotidianos usuarios. Dejar de pensar en los libros por número de inventario o signatura topográfica, por materia o por nacionalidad del autor y hablar, también, de una novela de amor o un libro de miedo. Si logramos hacerlo así, conseguiremos una biblioteca más cercana a nuestros lectores, más útil, con usuarios más independientes.