A propósito de su análisis respecto de los efectos de la Convención Internacional de los Derechos del Niño en el interior de las prácticas educativas, Philippe Meireu señala tres condiciones para que un dispositivo pedagógico cumpla su función: afirma que debe permitir la conformación de un “espacio sin amenazas”, poder constituirse en un lugar en donde el niño pueda aliarse con un adulto contra todas las formas de adversidad y de fatalidad, y que debe ser rico en ocasiones, estimulaciones y recursos diversos. El educador, inventor de dispositivos, procurará -según el autor- que su artefacto pedagógico sea capaz de brindarle al niño la seguridad básica que se requiere para aventurarse en la experiencia del aprendizaje, y este derecho y condición cuestiona ciertas modalidades institucionales y particulares de la relación pedagógica. La segunda condición, fundante de un espacio pedagógico: la Presencia -con mayúscula- del maestro, una mayúscula que subraya una posición, la de estar disponible para una alianza, un acompañamiento en la travesía que no es sin riesgos. Por último, otra oferta fundamental en juego: que los objetos culturales dispuestos para el aprendizaje en el espacio educativo sean múltiples y exigentes. De alguna manera, las interrogaciones sobre el presente y el futuro de la pedagogía, que proponen los textos que presentamos, sin ansias de sistematicidad, ni exhaustividad, pueden incluirse en este tríptico de condiciones, verdaderos puntos de referencia de la acción educativa. Una suerte de estado de situación de la pedagogía; los impactos y efectos de lo que se lee como imperativos de esta época; los puntos de desborde. Los adjetivos que vamos sumando: dislocada, fuera de foco, alterada, buscan atrapar lo que se desliza de los lugares fundacionales, lugares que mutan, nitidez que se pierde, constantes que se conmueven y nos conmueven, transformaciones e intensidades que traen los nuevos aires. La pedagogía, que se construyó en una búsqueda constante de saberes y de promesas que la nutrieran, con anhelos de certidumbre y cientificidad, cuando hoy pretende pensarse en y desde sus fragmentos y sus herramientas, cuando revisa la vigencia de sus preguntas, la naturaleza de sus articulaciones, la vitalidad de sus contenidos, necesariamente se despedagogiza, volviendo fecundo el esfuerzo de renovación de sus dispositivos, imaginando, experimentando, diferentes escenarios y vínculos educativos. Silvia Serra, coordinadora de la edición, propone distintos registros desde los cuales interrogar el presente de la pedagogía, bajo la apuesta de que responder esas preguntas no sólo ampliará las fronteras y herramientas de la pedagogía para pensar los procesos de transmisión, sino que aportará nuevos marcos para reflexionar sobre las formas en que la cultura opera. Daniel Korinfeld