Este libro retoma algunos temas conocidos por todos, para ver cómo inciden en la vida escolar cotidiana (y viceversa), y el papel del directivo en esos procesos y acciones.
Relacionaremos pares en tensión constante pensamientos y palabras, marcos teóricos y prácticas situadas, experiencias propias y ajenas, historia escolar antigua y moderna, con la intención de provocar temblores y terremotos que pueden dar origen a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas, parafraseando a Edgar Morin.
Gracias al concepto de incertidumbre ya totalmente incorporado a las miradas e interpretaciones que los directivos hacen de los hechos, podemos entender lo cotidiano como un recorrido por caminos que se andan, se desandan, van derecho y tienen desvíos, barreras, desniveles, trabas y bifurcaciones. Ningún directivo sueña ya con un camino recto y directo al cielo, ni evalúa su desempeño únicamente por haber alcanzado (o no) el resultado anticipado.
Los caminos que proponemos no son desconocidos o intransitados; deseamos recorrerlos conjuntamente para observar que lo que puede cambiar es el modo de mirarlos, de atender a ellos y de comprenderlos, lo que sin duda modificará nuestro andar.
Esto lo entendemos como un pensar para otros. El camino ya no es el mismo: ya no se trata tan solo de cómo recorrerlo desde el rol directivo sino, además, de cómo apoyar el trayecto de los educadores. Es, al mismo tiempo, un "pensar con el otro".
Y no es simplemente un camino: es un camino consentido en función de consensos y con sentido con un sentido construido y reconstruido.
Además de tratarse de caminos a andar y desandar, son trayectorias profesionales construidas y reconstruidas, pensadas y repensadas, significadas y resignificadas, como siempre afirmamos.
El proceso de reconstruir pensamientos y concepciones acerca de la práctica profesional tiene una función esencial: contribuir a la edificación de una cultura institucional centrada en el cambio y la mejora, que rearma la experiencia vivida y se reapropia de ella para formarse y volver a visualizar el contexto, lo pedagógico-didáctico, las organizaciones e incluso la época y el lugar.
Hablar de cambios en la vida cotidiana de una institución implica centrarse en la posibilidad de mejoras continuas, que a su vez se instalan a partir de una mirada crítica sobre los modos habituales de vivir en las instituciones, a fin de evitar caer en una rutina que puede generar desaliento, desesperanza y desmotivación.
Para responder a un deseo compartido de mantener y renovar las expectativas, nada mejor que cuestionarse el estado de las cosas, formular propuestas, interrogarse y buscar alternativas que brinden posibles respuestas y abordajes diferentes, capaces de superar viejos y nuevos problemas.