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El deseo de este libro es el porvenir del psicoanálisis. Un porvenir abierto -no un futuro previsible y rutinario- depende de que el psicoanálisis sea otro, del advenimiento de otro psicoanálisis. En este texto se podrán atisbar figuras de ese otro. Lo cual exige y presupone una relación diferente con la tradición, especialmente la tradición teórica del psicoanálisis.
El psicoanálisis está seriamente bloqueado por llegar al siglo XXI con artefactos del siglo XIX que ya empezaban su vetustez en los primeros años del siglo XX. Prácticamente todos los desarrollos de la segunda mitad del siglo pasado no alcanzan a liberarse del todo de esa artefactualidad anacrónica.
El edificio teórico debe ser sometido a una paciente y cuidadosa reconstrucción. Se propone una demarcación atenta y permanente del motivo de la teoría como edificio para dejar al psicoanálisis sin base, no por descartar apresuradamente una serie de conceptos, sino por dialogar con ellos sin seguirlos considerando como base; privar, vale decir librar, al psicoanálisis de la referencia a una base inamovible y ahistórica que tendría que tener.
Introducción.
La apertura del psicoanálisis al acontecimientoParte I. El psicoanálisis sin base
Capítulo 1. Dar por terminado
Capítulo 2. Sexequias a dos voces
Capítulo 3. Alegría y angustia, angustia y alegría. Rondó de un descuido
Capítulo 4. El estatuto metapsicológico de la femineidad en el psicoanálisis tradicional
Capítulo 5. ¿Por qué la metáfora paterna detiene el funcionamiento de la metáfora? Tres preludios para una deconstrucción
Capítulo 6. Palabras de la resistencia. Estudio para un estudio
Capítulo 7. ¿Cómo, no hablar del afecto?
¿Como no hablar del afecto?
Capítulo 8. Transposición e inversión: los procedimientos, las consecuencias
Parte II. Niñez en juego
Capítulo 9. La introducción del niño en el psicoanálisis
Capítulo 10. Donde la pulsión era, el jugar debe advenir
Capítulo 11. Asombro y experiencia
Capítulo 12. Cantocuento
Capítulo 13. Estar solo / quedarse solo
Capítulo 14. Intermezzo de la resiliencia
Capítulo 15. Percepciones de consultorio: el psicoanalista y su propia experiencia del aprender
Parte III. Adolescencia y narcisismo
Capítulo 16. La adolescencia pensada como cisma en lo occidental
Capítulo 17. Del estadio del espejo al estudio del espejo
Epílogo (¿epitafio?) de cuento
No tengo ninguna duda de que el trabajar con estudiantes regularmente, desde hace muchos años, fue para mí, y sigue siendo, fundamentalmente, un espacio para pensar en voz alta. La vida del profesor puede ser muy tediosa como otras vidas si da clase en el sentido de preparar una clase y luego ir y darla. Está amenazada, permanentemente, por la peor rutina.
A cambio, la coexistencia con estudiantes, el estar continuamente en contacto con gente joven y también, por supuesto, con colegas jóvenes, colegas recién recibidos o en sus primeros años, para mí siempre ha sido verdaderamente muy vivificante y todos mis libros no estarían escritos o, en todo caso, tendrían una forma muy distinta, porque, básicamente, sus primeros borradores casi siempre, o en una proporción muy amplia por lo menos, salieron de clases luego desgrabadas, sobre todo en la Facultad de Psicología de Buenos Aires, pero también en lugares como aquí y otros espacios.
Además, cuando digo: La apertura del psicoanálisis al acontecimiento estoy implicando un porvenir, y a ese porvenir están llamados, precisamente y muy en particular, muchos que hoy son estudiantes aquí y en otras partes. La implicación recíproca es muy fuerte.
¿Qué quiero decir con La apertura del psicoanálisis al acontecimiento o, también, futuro porvenir? Por lo pronto interpreto estos títulos, pues me surgieron sin pensarlo. Título en un doble sentido: por una parte, el psicoanálisis como disciplina tiene viejos problemas y está en deuda con el acontecimiento, con pensar el acontecimiento, con pensar la diferencia, lo nuevo que, a través del acontecimiento, puede generarse. Vamos a volver sobre esto luego, pero las diferentes teorías psicoanalíticas en sus enmarcamientos más tradicionales, no sé si han hecho justicia a la cuestión del acontecimiento, aunque el mismo psicoanálisis, después de todo, emergió como acontecimiento.
Por otra parte, vuelvo sobre una interrogación de un pensador que se ocupó tanto como pudo de aquel, Jacques Derrida (1930-2004), quien desde su propio campo, el filosófico, lo pensó mucho, lo amó mucho. Y Derrida se preguntaba si al psicoanálisis le podría acontecer, algún día, el psicoanálisis; si al psicoanálisis le podría ocurrir el psicoanálisis como acontecimiento,2 refiriéndose a operaciones mitopolíticas demasiado repetidas en la historia del psicoanálisis, sobre las que me ocuparé un poco. Primera cuestión.
En tanto acontecimiento, yo diría que, además, habría que volver sobre un punto: antes que una teoría o una práctica codificada o realizada desde una teoría, antes que eso en un sentido no sólo temporal, el psicoanálisis es una experiencia, una experiencia que pasa por el cuerpo, por lo tanto por la subjetividad de alguien, y es una experiencia de la singularidad. Una experiencia tanto desde la posición de paciente como desde la posición de analista (quien por eso mismo, además, sabemos que tiene como un requisito esencial el conocerla en sus dos extremos). Por eso mismo y no por una razón formal o por un vago ideal de normalidad o de normalización, el psicoanalista, a diferencia de otros profesionales, debe pasar por un psicoanálisis. No puede practicar el psicoanálisis desde afuera, como es posible hacerlo en otras disciplinas. Primero, el psicoanálisis debe ser una experiencia. Esto, cierta tradición occidental en la que estamos, y de la que el psicoanálisis no puede escapar, suele de alguna manera encubrirlo o reprimirlo un poco porque, en un sentido muy típicamente occidental, solemos privilegiar la formación teórica, la capacitación teórica y todas esas cosas que, por cierto, no está en mi ánimo minimizar. Así, la idea de la formación, demasiadas veces, no deja de tener cierto sesgo intelectual, característico de disociaciones propias de nuestra cultura, que no dejan pensar, por ejemplo, cómo un psicoanalista kleiniano se puede parecer más, en su manera de trabajar, a un psicoanalista lacaniano que a otro psicoanalista kleiniano, o que ese psicoanalista lacaniano a otro psicoanalista lacaniano, y lo mismo podría decirse de cualquier escuela que a uno se le ocurra. Por eso, en todas las corrientes teóricas que hay en el psicoanálisis es posible encontrar terapeutas muy capaces por lo menos en ciertos encuentros con ciertos pacientes y analistas que no parecen serlo tanto, analistas más confiables y analistas menos confiables. No está para nada probado que los de una corriente trabajen mejor que los otros, o que sean más éticos o más confiables.
[..]
Ricardo Rodulfo
Licenciado en Psicología (UBA) y doctor en Psicología (USAL). Profesor Consulto Titular y Profesor Plenario (UBA). Ex-profesor titular de las cátedras de Clínica de Niños y Adolescentes y de Psicopatología Infanto Juvenil en la Facultad de Psicología (UBA). Profesor titular de las cátedras de Psicopatología y Psicopatología Infanto Juvenil (Universidad Siglo 21, Córdoba) y profesor invitado en la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, Brasil. Dirige el Programa de Actualización en Clínica de Niños y Adolescentes de la Facultad de Psicología (UBA) y preside la Fundación Estudios Clínicos en Psicoanálisis de la ciudad de Buenos Aires. Ha presentado un Proyecto de Carrera de Especialización en bebés y niños a la espera de su aprobación.
Alternativamente se desempeña como profesor invitado en la Universidad Libre de Berlín, en la Universidad Complutense de Madrid, en la Universidad Sor Juana Inés de la Cruz de México, en la UNISIMOS de Porto Alegre, en la Universidad del Comahue, en la Universidad Nacional de Rosario y en la de la Plata de la República Argentina.
Título: Futuro porvenir
Subtítulo: Ensayos sobre la actitud psicoanalítica en la clínica de la niñez y adolescencia