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¿Pueden las neurociencias explicar y abarcar la totalidad de las problemáticas de las infancias actuales? ¿Es ético o productivo que intervengan en casi todos los campos de la vida social? Transparentar el cerebro a través de neuroimágenes, ¿nos vuelve verdaderamente más transparentes? Al abandonar la prudencia propia de las ciencias, ¿no simplifican las dimensiones en juego en la crianza, la educación o el amor?
Una suerte de "neuromanía" invade nuestra vida y lleva a la producción de una verdadera epidemia de nombres impropios en la infancia (dislexia, ADHD, bipolaridad o espectro autista).
Nuestra subjetividad no se compone solo de neuronas; ellas son su imprescindible sustento biológico, pero no su única causa. Estamos hechos de tiempo. Y la defensa de ese tiempo propio como acto de libertad asume la forma de una despatologización.
Vaciar al sujeto de tantos nombres "impropios" permite una apuesta: que quede libre para esa forma de vida que todavía no tiene nombre, para la que debemos buscar nuevas palabras, otras constelaciones, quizás lenguas diferentes. Es importante, porque eso es lo que somos.
Presentación
La ilusión de la transparencia
Introducción
Neurociencias: entre la prudencia y una expansión disparatada
La elusiva e irreductible singularidad
Psicopolítica y narración: lo que cuenta
Al borde del psicofármaco
Ética, genética y cosmética
Capítulo I: Una biología hecha de tiempo
El riesgo de vender humo
La construcción de entidades bio-genéticas en la infancia
Herencias
Capítulo II: La reprogramación de la infancia
¿Qué hace la neurotecnología con nuestros cerebros?
Genes, tecnología, narraciones y psicofármacos
El cuerpo y el futuro digitalizado
Capítulo III: Entre la filosofía y las ciencias
Filósofos
Científico
Entre
Capítulo IV: ¿El cerebro va a la escuela?
Escuela, vocación y porvenir
Disciplina y moldeado
Disciplina estática vs. aprendizaje móvil
Tensiones y conflictos
Contrastes
Educación y juego
Enseñar en transferencia
Información, opinión, pensamiento y saber
Investidura y normas
Las intervenciones de las neurociencias en la escuela
El desafío docente y la creación de alternativas
Propuestas alternativas
Capítulo V: Ni burros ni disléxicos
1. Dislexia: ¿Realidad o constructo?
2. Neurobiología: el cerebro lector
3. Mitogenética
4. Intervenciones
Capítulo VI: Del Autismo al Espectro: el riesgo de construir una tecno-mitología del repliegue
Del diagnóstico a la contraseña
La razón por la que salto
La ley de autismo
Repensar el autismo
Capítulo VII: Una bipolaridad infantil que no es bipolar
¿Una nueva estrella?
La mal llamada bipolaridad infantil
Determinaciones
Max
Brujas, diablos, engendros, travesuras y tratos
Capítulo VIII: Desatención
Todo va mejor con Ritalina
Las bases biológicas propuestas
Tecnopolíticas del nombre
Epilogo: Sacarnos las pilas, sacarles las pilas
El aroma del tiempo y las democracias
Contecer, despatologizar, renombrar
Neurociencias: entre la prudencia y una expansión disparatadaLa Comisión Europea asignó ayer casi 700 millones de dólares a un proyecto que intentará trazar el mapa más detallado jamás logrado del cerebro.
Diario La Nación, 21 de enero de 2013.
No sé si habrás visto el mapa de una mente. A veces los médicos dibujan mapas de otras partes de ti ( ) pero no es tan fácil trazar el mapa de la mente de un niño. Que no solo es confusa, sino que gira sin cesar.
James Matthew Barrie, Peter Pan, 1911.
En los últimos años en el mundo y, con sus particularidades, en nuestro país, el cerebro ha sido puesto en escena de una manera inédita. Desde la creación del sintagma la década del cerebro, cantidad de autores y libros tratan desde diversas perspectivas el rol del órgano más complejo y fascinante de nuestro organismo.
Y no se trata solo de investigaciones científicas publicadas en papers, sino de libros de difusión masiva, columnas en diarios, notas y paneles en la televisión. De ser un órgano silencioso en su cotidiana labor, el cerebro ha sido lanzado a los medios y escenarios a dar cuenta de sí mismo y de su fundamental y compleja tarea.
Entonces se le piden explicaciones sobre diferentes procesos que abarcan no solo el pensamiento y sus funciones (o disfunciones), sino también acerca de su rol en el amor, la felicidad, los aprendizajes, el rendimiento laboral, los deportes, la creatividad, la ética, la moralidad y la vida en general.
Es decir que las llamadas neurociencias pasan a tener un rol explicativo central dentro de una cosmovisión en expansión; eso las convierte en una forma de biopolítica, neuropolítica o, quizás más precisamente, psicopolítica.
Esta expansión nace de un conjunto de equipos y personas, de heterogéneos grupos de investigaciones e investigadores y se refleja en variados textos que más que un sistema forman más bien una constelación (Fariña, 2016). Constelación que no es una ciencia ni un solo tipo de prácticas ni tampoco está impulsada por astrónomos. Su raíz la constituye el legítimo deseo de los científicos de encontrar claves que permitan comprender un mundo que se nos presenta fragmentado y desgarrado. Pero ocurre que la pesquisa de esas claves se orienta hacia un solo lugar: el cerebro. A esta estrechez de miras se refiere el prólogo, cuando plantea la necesidad de mejorar la calidad de nuestras preguntas.
Pensar en términos de constelación resulta una herramienta útil, pues permite reunir fragmentos sin suprimir sus diferencias recíprocas. Se trata de un campo pleno de investigaciones valiosas y promisorias que, a nuestro criterio, se convierten en un problema cuando reciben una saturación mediático-política de significaciones que suelen exceder en mucho sus contornos originales.
Las múltiples investigaciones dan resultados pocas veces concluyentes, lo que constituye un rasgo de humildad de la ciencia bien entendida, y suelen aportar mucho menos que lo que se traduce luego en su potenciada y no siempre bien encarada difusión. Es en este ámbito donde los descubrimientos son traducidos del lenguaje científico al mediático como hallazgos concluyentes o curas milagrosas. Como ya sabemos, toda traducción supone una transformación, mucho más cuando no se trata no solo de un cambio de lenguaje sino de uno desplazamiento de campos epistémicos. Al pasar de la ciencia a la política (o, lisa y llanamente, al espectáculo) las formulaciones se vacían de prudencia y abrazan una certidumbre muy lejana a la duda metódica que caracteriza las proposiciones de las ciencias. Y de la cautela para establecer correlaciones causales se suele pasar sin escalas a esas certezas más propias de un lenguaje religioso, que se transforman en recetas, tips y formulaciones mucho más cercanas al marketing que al cuidado de la salud o de la mente.
En este contexto, el cerebro es volcado al escenario donde se lo dota de personalidad propia. Y entonces, como todo personaje, el cerebro adquiere rasgos. Uno de ellos es el de ser el que dicta nuestra actividad mental desde procesos inconscientes, como respirar, hasta los procesos más elaborados (Manes y Niro, 2014). A través de ese dictado el cerebro demanda, nos pide objetos y acciones que tienden a asegurar su bienestar, que sería su homeostasis.
Así configurado, nuestro humilde órgano sale de su carácter de ente orgánico para pasar a tener un ser propio con don de mando y un escenario de despliegue no solo en la vida cotidiana sino cada vez más y esto es lo novedoso una mayor presencia en los medios.
Es este descarrilamiento lo que es preocupante. Porque el cerebro es, ante todo, el correlato neural de todas nuestras actividades. Y correlato no es dictadura ni demanda. Es más bien soporte, que a veces es aporte y otras limitación, aunque ambos puedan ir de la mano.
Nada habría de cuestionable en la pretensión de conocer más sobre el cerebro. Ocurre que a veces se plantea que saber más sobre el funcionamiento del noble órgano es una manera de conocerse a sí mismo. Una metáfora extraña y desmesurada, porque pensarnos es algo más que pensar nuestro cerebro (Manes y Niro, ob. cit.). Es pensarnos en tanto seres en situación, no como entes funcionales. Es correcto que la biología busque excitaciones nerviosas detrás de comportamientos complejos, lo incorrecto es que el juego de lenguaje (Carmona, 2015) que organiza a partir de esas evidencias se convierta en el único posible, en el único que cuenta, en la causa de los fenómenos y no su correlato.
Es justo decir que no todos los investigadores comparten esta inflación. Bekinschtein (2015), por ejemplo, recurre al humor, señalando: El cerebro está sobrevalorado. Mucha gente vive lo más bien, casi sin usarlo.
La elusiva e irreductible singularidad Que no es lo mismo, pero es igual.
Silvio Rodríguez, Pequeña serenata diurna, 1975.
Las neurociencias han realizado aportes considerables para el reconocimiento de las intenciones de los demás y de los distintos componentes de la empatía, de las averías críticas del lenguaje, de los mecanismos cerebrales de la emoción y de los circuitos neurales involucrados en interpretar el mundo que nos rodea. Asimismo, han obtenido avances significativos en el conocimiento del correlato neural de decisiones morales y de las moléculas que consolidan o borran los recuerdos, en la detección temprana de enfermedades psiquiátricas y neurológicas, en el intento de crear implantes neurales en personas que, por sus condiciones cerebrales se encontraban incomunicadas por años, y que les permitirían leer sus pensamientos para mover un brazo robótico (Manes y Niro, 2014).
Pese a todos estos avances reales, es el mismo Manes quien reconoce que todavía no hay una teoría del cerebro que explique su funcionamiento general ni sabemos cómo las neuronas y sus conexiones dan lugar ese proceso íntimo, personal, subjetivo que es propio de cada uno de nosotros al experimentar una situación dada (Manes y Niro, ob. cit.).
El deber de cada uno es dar con su voz, afirma Borges (1928). Eso es lo que se les escapa a las neurociencias por estructura, y no por el mayor o menor grado de avance o modernización que puedan alcanzar. Esa imposibilidad de acceder a la singularidad, a los qualia (*1), configura un tope a las expectativas que, tal como se señala en el párrafo anterior, suele ser reconocido en el diálogo científico pero soslayado cuando de comunicar descubrimientos o de aplicarlos al campo social (o incluso a las políticas) se trata.
La importancia de esta cuestión radica en que la bio-lógica con la que tratan las neurociencias es solo una de las lógicas, solo uno de los factores implicados en los fenómenos que se pretende comprender. Los circuitos de sobredeterminación de los fenómenos mentales requieren mantener una apertura al contexto (término del que no casualmente deriva la palabra contextura) y al movimiento imaginario y simbólico de las significaciones, un campo mucho más difícil de entificar que la bioquímica neuronal.
El riesgo es el de una simplificación interesada de las variables intervinientes y de las prácticas. La eliminación de las cuestiones prácticas es el núcleo de la conciencia tecnocrática. En esta etapa, la política ya no se dedica a la realización de fines prácticos sino a la resolución de cuestiones técnicas. En consecuencia: donde había un espacio práctico-político para la discusión, la tecnocracia nos ha legado un problema técnico que ha de ser resuelto (Vasen, F., 2006).
Reducido a ese nivel técnico, lo neurobiológico puede aspirar a lo sumo a una particularidad. Mis miedos y angustias podrán estar soportados en iguales neurotransmisores que los de otras personas que los sufran, porque efectivamente las moléculas son iguales entre los diversos cerebros. Pero, pese a esta semejanza, la significación personal, consciente o no, no será la misma. La experiencia y las significaciones personales pertenecen a dimensiones donde se pone en juego una singularidad irrepetible en la que los fantasmas y fantasías en juego no serán los mismos. El pensamiento no es reductible a la actividad neuronal que le sirve de soporte ni el deseo podría explicarse por una secreción química. Aunque en ambos casos las impliquen.
El hecho de que los síntomas asociados a los cuadros más comunes se parezcan tanto a los comportamientos cotidianos y de que el vocabulario de las neurociencias se haya incorporado tanto a los comportamientos cotidianos, a las películas, incluso a las creaciones musicales (*2), junto a la injerencia de la publicidad de los laboratorios farmacéuticos, todo ello induce a la patologización de las dificultades cotidianas en gran escala. De eso nos ocuparemos a continuación.
[Fragmento de la Introducción del libro] Notas
1. Los qualia son las cualidades subjetivas de las experiencias individuales y señalan un vacío explicativo que media entre lo subjetivo de nuestras percepciones y su soporte físico: el cerebro, en este caso.
2. Películas como Rain Man abrieron el camino. ADHD es el nombre de una canción de la banda alternativa Blood Red Shoes, y Bipolar es un ringtone de un artista poco conocido entre nosotros como Krizz Kaliko. Asimismo, Axel Rose, Mel Gibson y otros artistas populares se definen a sí mismos como bipolares.
Juan Vasen
Médico especializado en psiquiatría infantil-juvenil y psicoanalista. Ex docente de la Cátedra de Farmacología (UBA). Residente y Jefe de Residentes en el Hospital de Niños E. Gutiérrez. Desde 1985 ha desarrollado diversas responsabilidades en el Hospital Infanto-Juvenil "Carolina Tobar García"; médico psiquiatra en consultorios externos; jefe del Sector Niñas del Servicio de Internación; jefe del Servicio de Psiquiatría Social; jefe del Sector Niños del Servicio de Hospital de Día; supervisor de residentes; supervisor del Servicio de Hospital de Día; miembro fundador del Programa de Reinserción Social "Cuidar-Cuidando" (convenio entre el Hospital Carolina Tobar García y el Jardín Zoológico de la ciudad) y supervisor del CENTES N° 1, 2 y 3. Actualmente es Secretario General de Forum Infancias.
Ha publicado: ¿Post-mocositos? (Lugar, 2000), Contacto animal (Letra Viva, 2004), Fantasmas y pastillas (Letra Viva, 2005), La atención que no se presta: el mal llamado ADD (Noveduc, 2007), Las certezas perdidas (Paidós, 2008), El mito del niño bipolar (Noveduc, 2009), Contacto niño-animal (Noveduc, 2013), Autismos: ¿espectro o diversidad? (Noveduc, 2015) y Dislexia y dificultades de aprendizaje (Noveduc, 2017).
Título: ¿Niños o cerebros?
Subtítulo: Cuando las neurociencias descarrilan
Autor/es:
Juan Vasen
Colección: Conjunciones
Materias: Hiperactividad - ADD/ADHD - Patologización - Psicoanálisis con niños