Pensamos una escuela con una mirada optimista, donde ensayar propuestas novedosas, diferentes. Donde el maestro se convierte en referente a partir del vínculo que establece en su modo de intermediar entre el niño y el conocimiento. Desde esta escuela buscamos nuevas oportunidades para fortalecer valores e ir al encuentro de otros que nos permitan construir juntos un futuro, que pueda superar al presente y al pasado. La complejidad de la sociedad actual ha modificado el modo de entender la autoridad, la relación de los adultos con los niños, tanto como el lugar que ocupa cada uno, lo que nos convoca a un trabajo colaborativo, que ofrezca diferentes miradas sobre un mismo niño. La práctica colaborativa facilita el camino para encontrar estrategias articuladas y da lugar a un clima institucional armonioso, cálido, que permite centrarnos en los niños que necesitan ser mirados. Desde esta perspectiva la escuela es un espacio de encuentro de todos y con todos, desde y para la diversidad. Donde el docente pueda optimizar posibilidades proponiendo la enseñanza de contenidos significativos desde las diferentes estructuras didácticas, asegurando la centralidad del juego, la construcción de escenarios lúdicos, utilizando distintos recursos, reinventando el espacio de la sala, permitiéndose la multitarea, las actividades “multiedad”, los talleres, así como también diferentes modalidades de agrupamiento: pareja, pequeños grupos, grupo amplio; respetando intereses, tiempos y singularidad. Aprender a ser parte de un grupo supone un proceso de construcción que no es lineal ni homogéneo, dado que está atravesado por el contexto de cada niño y los conocimientos atesorados en sus primeros años, capitalizados por el maestro en su evaluación diagnóstica. Apostamos por un docente capaz de “aprender a aprender” con el otro, dando lugar a un trabajo en equipo, potenciando lo mejor de cada uno, respetando sus intereses, valorando sus diferentes capacidades, identificando las barreras que dificultan sus aprendizajes, brindando la ayuda y los apoyos necesarios, superando entonces el paradigma de la integración por el paradigma de la inclusión. Los lineamientos curriculares vigentes reconocen la importancia que los derechos humanos poseen en la construcción de la subjetividad, en la constitución de los sujetos como “sujetos de derecho”, en la construcción de la ciudadanía y la reafirmación de los valores de la democracia. Queda implícito el compromiso y la revalorización del rol del adulto en hacer cumplir esos derechos, así como en acompañar el desarrollo y crecimiento de los niños. Enmarcada la Educación Sexual entre los derechos humanos, tanto la familia como la escuela desempeñan un rol fundamental como agentes educadores, en primera instancia entablando vínculos, alianzas y estrategias consensuadas para abordarla. Consensos que desde las primeras reuniones de familias, en talleres, o encuentros de mejora institucional, es positivo realizar. En primera instancia, socializando la documentación de las leyes vigentes, los lineamientos curriculares y distintas bibliografías, lo que permite la reflexión conjunta sobre los roles de familia y escuela, así como también el abordaje de temáticas frente a las que los niños se manifiestan con espontaneidad, aunque muchas veces permanecen como tabúes para el adulto. Tenemos el desafío de ser capaces de revisar críticamente nuestros posicionamientos y actualizar saberes para poder acompañar la construcción de la sexualidad de los alumnos, que se inicia con el nacimiento y se desarrolla durante toda la vida, considerando que cada momento de esta guarda sus características y formas de expresión propias. Los contenidos referidos a la educación sexual se trabajan articuladamente con las actividades de enseñanza cotidianas, en forma transversal, en todas las áreas del conocimiento que sean factibles de articularse. Muchas veces surgen situaciones, conversaciones que dan lugar a intercambios y reflexiones en forma espontánea, temas que aparecen y que los niños se interesan para abrir el diálogo. Se conforman así vínculos de confianza y de respeto, donde se toman en cuenta todas las opiniones y necesidades. Además de estas reflexiones espontáneas, el docente puede planificar, a partir de aportes de los documentos de apoyo que se reciben en las escuelas, algunas propuestas didácticas teniendo en cuenta los ejes de los lineamientos curriculares de la Educación Sexual Integral. Estos sugieren el abordaje de bloques de contenidos en relación con la educación social, afectiva y moral de los niños, el desarrollo de la autoestima para la construcción de la identidad, la valoración y el respeto por la diversidad, el valor de la amistad y de la solidaridad, el juego compartido, la aceptación de límites, pautas y normas, el respeto por la propia intimidad y la de los otros, el cuidado de uno mismo y de los otros (Di Lorenzo, 2011 y Marina, 2010). Los contenidos referidos a la Educación Sexual Integral se trabajan articuladamente con las actividades de enseñanza cotidianas, en forma transversal, en todas las áreas del conocimiento que sean factibles de integrar. Esta variedad de itinerarios de enseñanza da cuenta de “un modo de ser docente” y de una manera de concebir a los niños pequeños y su derecho a obtener una educación de calidad. Desde el paradigma de la inclusión se aborda la diversidad respetando a los alumnos desde sus diferentes capacidades y posibilidades, inculcando en los niños el respeto por el otro, por sus tiempos y sus características, la escucha atenta y el cuidado propio y de los demás. Por otra parte, se contempla la participación de las familias desde sus posibilidades y saberes. El libro está estructurado en torno a un conjunto de unidades didácticas, proyectos y secuencias de enseñanza implementadas con niños de 3, 4 y 5 años. Una rica variedad de propuestas que gira en torno a la literatura, el lenguaje, la pintura, las ciencias sociales y naturales, la matemática, la música, el cine mudo, las prácticas de teatro, expresión corporal y deporte, las construcciones de muñecos y escenarios, entre otras. En muchas de ellas el juego ocupa un lugar central y en todas aparece el contexto y la realidad de la comunidad escolar, haciendo de cada planificación una pieza única. María de los Ángeles Dasso, Graciela Fernández y Liliana Waidler