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"Viajero soy" es un libro álbum que invita a un fascinante recorrido a través de los ciclos de la vida y las estaciones del año. El encuentro entre poesía e ilustración, en sus páginas, nos sumerge en la profunda reflexión sobre el constante cambio que nos ofrece la naturaleza. Desde la perspectiva transformadora de la infancia, este libro nos invita a contemplar el mundo con ojos nuevos y maravillados.
A través de la vivencia de un niño y su bicicleta. Viajamos y descubrimos, en cada cambio de estación, una historia, una imagen poética que enriquece nuestro imaginario en la experiencia de vida. La naturaleza surge también como narradora silenciosa, invitándonos a escuchar su voz sutil, sabia y misteriosa.
EDICIÓN COLOR Ilustraciones de María Elina Méndez
Pim Pau
El contenido de PIM PAU es utilizado con fines educativos en diferentes países de América y Europa como Francia, Brasil, España, México, Estados Unidos, República Checa, Cuba, Polonia, Chile, Uruguay, Ecuador, Colombia y Perú. Su material forma parte del ciclo Clic Clac en el Canal 22 de la TV Pública de México; en Canal IPE de Perú, en Pakapaka de Argentina y en el canal cultural de Cuba, además de programas educativos oficiales de México, Perú y Argentina.
En el plano educativo PIM PAU dictó Cursos de Formación Pedagógica, talleres y charlas en distintos lugares del país y Latinoamérica, como así también participó de distintos congresos en Brasil, Colombia y Argentina. En el contexto del COVID-19, realizó una serie de shows online y cursos (en formato virtual) para diferentes partes del mundo, abriendo una posibilidad antes no explorada.
Desde su primer disco se presentaron con su espectáculo en numerosos teatros y festivales a nivel internacional. Con más de 40 videos publicados, decenas de canciones y dos discos editados Recreo (2016) y Corazón de Crianza (2019) (nominado como mejor álbum infantil en los Premios Gardel 2020) se destaca su trabajo como "uno de los proyectos más interesantes de música y expresión para el público infantil de los últimos años" (Diario La Voz del Interior). Durante 2021, el video Caballito de Mar fue reconocido por prestigiosos festivales audiovisuales de Estados Unidos, España, Polonia y Argentina.
Eva Harvez
Nací en la provincia de Buenos Aires, más precisamente en el conurbano bonaerense, en la localidad de Castelar. En la primera etapa de mi infancia, el barrio tenía calle de tierra, podía pasar mucho tiempo jugando con mis amigas porque no pasaban autos. A medida que fue avanzando la urbanización, apareció el asfalto y esa dinámica se fue modificando. Jugábamos a la mancha, a las escondidas, jugábamos a hacer carreras, a armar coreografías y otras cosas más.
Era una nena muy inquieta, pensaba en movimiento todo el día y la calle era un gran patio donde todo el cuerpo en expansión se podía desplegar. Debido a mi gran pasión por el fútbol, formé parte del equipo femenino del club del partido de Morón durante un tiempo. Luego, empecé a estudiar danza en un instituto y, desde ese momento, nunca más paré de bailar. La danza, para mí, es la posibilidad de encontrarme en un plano diferente al de las palabras. Es una necesidad, forma parte esencial de lo que soy y de cómo me expreso en la vida. ¡A mi mamá siempre le gustó mucho bailar! Para ella, bailar era disfrutar en plenitud y fue quien me incentivó a explorar este lenguaje. Y así, de alguna manera, me motivó a querer descubrir ese mundo tan profundo e infinito del movimiento.
Soy la menor de tres hermanos y crecí en una familia de docentes y comunicadores. El diálogo, el interés social, el intercambio de ideas y la mirada hacia el otro eran parte de nuestra cotidianidad como familia. Esto que está vinculado con la posibilidad de intervenir el mundo, de interpelar, de saber que siempre se puede construir, de manera colectiva, un lugar más justo y empático, fue algo que influenció mi camino y mi búsqueda. Pero fue la danza la que me fue acompañando en todas las etapas de mi crecimiento, siempre estudiando, formando grupos de composición e investigación.
Paralelamente a mis estudios corporales, estudié el profesorado en educación primaria. Tanto la danza como el trabajo con la educación siempre estuvieron presentes en mis inquietudes y pasiones. Las técnicas que profundicé en mi recorrido con el movimiento tienen como referencia la forma de moverse de los bebés y de la primera infancia. De alguna manera, estuve ligada a ese territorio fértil e inspirador que es la niñez. No solo por mis recuerdos de cuando era una niña, sino también desde mi perspectiva adulta hacia esa etapa de la que constantemente aprendemos. Ese interés profundo me llevó a trabajar en nivel inicial y también primario. Y en ese trayecto de trabajar en la educación formamos PIM PAU, un proyecto de arte y educación en el que confluye, de manera integral, todo lo que desde muy pequeña me apasiona.
Lucho Milocco
Nací en un pequeño pueblo del interior de Santa Fe, Sastre, en medio de la pampa litoraleña, un territorio en disputa entre la cumbia y el cuarteto, pero por herencia, folclorista; un pueblo de seis mil habitantes, reconocido en su región por la riqueza musical que caracteriza a su sociedad.
Sería imposible hablar de la infancia en mi pueblo y no mencionar la importancia y trascendencia de los carnavales como una huella de la niñez. Si bien la raíz de aquel fenómeno comienza en la década del sesenta con la fundación de la banda municipal (de la que luego formé parte), adquirió el estatus de ritual con los carnavales y su comparsa. Hace más de cincuenta años, llegaban a la población grupos de músicos y bailarinas brasileñas para ser la banda de sonido de los carnavales durante las noches que duraban los festejos. Cada año se repetía el ritual. Con el paso de las décadas, el pueblo, que ya llevaba por adopción el ADN de los ritmos brasileños, armó su propia comparsa con las partituras de marchinhas y sambas.
De niño, era tan importante la llegada de las fiestas de fin de año como de los carnavales en los veranos. Uno se cría con esa emoción, con ese disfrute, que se manifiesta sonoramente en la comparsa, en su percusión y en esas melodías del Brasil que tocaban los vientos. Ese es el sonido de la felicidad en mi infancia. Y nos constituyó como individuos, ya que es una fiesta en la que el pueblo se entrega por completo y termina resultando que uno se encuentra con que el sodero toca el trombón; el dentista, el bombo; la profesora de matemáticas toca el saxo; el policía, la trompeta y la doctora baila en la comparsa. Allí, la música y la danza son un bien público para la sociedad sastrense. Digamos que esa fue una de las primeras escuelas en términos sociales.
En el seno familiar, soy el menor, y tengo dos hermanas mayores. Mi papá es músico, como consecuencia directa de todo el proceso que antes mencionaba en el pueblo. Fue docente de teatro, director de coro, tuvo sus grupos musicales, un artista de la madera; es amante de la poesía y la escritura y fue quien me incentivó a escribir de chico cuentos, obras de teatro y poemas. Mi mamá es docente y ejerció su profesión en nivel inicial, primario y secundario; también amante de la literatura y trabajó durante décadas como bibliotecaria de la escuela, donde transcurrió mucho tiempo de mi niñez. A su vez, ambos fundaron y llevaron a cabo durante muchos años un grupo de recreación y campamento para niñas, niños y adolescentes, lo que hacía que mi casa estuviera llena de jóvenes trabajando y planificando cada jornada entre juegos de ingenio, chistes, teatro, música y trabajo comunitario.
En ese hermoso cambalache aconteció mi infancia, entre el folclore, la cumbia, el cuarteto, la música brasileña del carnaval, los libros, los campamentos en el monte, el teatro, la madera, la escuela y, por supuesto, los amigos, las calles y las chozas. Ya en mi adolescencia empecé a sumergirme más, como una real elección, en la literatura, el teatro y la música.
Cuando cumplí los 18 años dejé el pueblo para buscar otro camino y allí fue que, luego de algún tiempo, empezó a volver, casi sin buscarlo, todo aquello que alimentó mi infancia. Estando ya en Buenos Aires con distintos proyectos musicales, comencé a trabajar con recreación en jornadas de campamentos para escuelas con niños y niñas de nivel primario y, casi al mismo tiempo, empecé a ejercer la docencia en nivel inicial. Fue por esos años que conocí a Cássio y a Eva, y al tiempo que nacen las amistades, surgió PIM PAU.
Cássio Carvalho
Nací en San Pablo, Brasil. Mi infancia es un árbol de mango. Uno en particular, el que se ubicaba en el fondo del jardín de casa. Crecimos allí, jugando. Soy el hermano del medio de otros dos varones y, habitualmente, el árbol era un lugar de encuentro. Era mirador, escondite, descanso, trinchera, barco, mastodonte, pensamiento. Pero no está más. Creció un edificio allí. Por eso recordar este árbol me hace, de alguna manera, inventor. Creo que siempre me gustó inventar.
También había un piano que era lugar de dejar y encontrar cosas. Decíamos, "lo dejé encima del piano", "está arriba del piano". El piano era buen guardián... lo sigue siendo, en realidad. Porque a diferencia del árbol, el instrumento se fue mudando con nosotros. El piano siempre estuvo cerca de mi papá. Sigue allá, con él. Papá tocando piano debe haber sido mi primer recital. La casa también se llenaba de objetos matemáticos y artísticos mientras mi mamá, pedagoga de vanguardia apasionada, preparaba sus proyectos y seminarios. El living se transformaba en una suerte de "instalación interactiva de aprendizaje", con cubos, hexaedros, colores, caracoles, ábacos, cuentos, origamis y cualquier cantidad de cosas atractivas para mis sentidos. Movido por curiosidad y encantamiento, me acercaba a alguno de los objetos y mi mamá, a su vez, me tendía a su arte. Yo tenía 10 años y, en ese momento, ella trabajaba junto a Paulo Freire en proyectos de transdisciplinariedad e interdisciplinariedad del Ministerio de Educación del gobierno de São Paulo. La manera como interactuábamos en aquel entonces está hecha de la misma búsqueda que se desarrolla en un diálogo profundo que se expande y se actualiza hacia los días de hoy.
El encantamiento y la curiosidad nunca cesaron. Astrología, danza, filosofía, cine, literatura, música... navegaba por diversas aguas sin necesariamente definirme en una idea de "profesión". Pero imaginarme profesor era distinto. La calidad de aprendiz y el intercambio constante y vivo con la comunidad escolar me conmovían.
"Profesor" era la profesión más inventiva de todas. Así que me fui inventando. Escribiendo, cantando, haciendo canciones, tocando guitarra, sacando fotos, bailando, dibujando, actuando. Ser profesor nació de una invitación de la universidad de música donde cursaba. A partir de un proyecto social de la provincia, trabajé varios años en escuelas públicas de la periferia de la ciudad de São Paulo y eso descubrió en mí otro horizonte. Cada vez más trabajaba en escuelas y en proyectos con distintos grupos y edades. En ese momento fue cuando empecé a soñar con organizar un centro cultural. Mientras tanto, resulté formado en Música y en Imagen y Sonido después de haber cursado, por entusiasmo, dos años de Economía también. Antes de hacer canciones, ya jugaba haciendo ediciones de videoclips y de cortos de ficción, con la cámara familiar que teníamos en los noventa. Inventando. La composición surge más tarde, y a la vez, como una aventura, una manera de tejer la existencia.
Después de la universidad y con un tercer disco autoral de canciones recién editado, "inventé" irme a vivir a otro país. Aterricé en Argentina, Buenos Aires. Y acá creo que ya no me quedaban dudas de que inventar era cosa seria. Una ciudad que me veía caminar y hablaba conmigo. Pareciera que caminar en una ciudad desconocida era convertirme en signo de interrogación en texto ajeno. ¿O sería un neologismo en texto propio? Me deslumbraba esta sensación. Otro idioma, otro paisaje, otro mestizaje, otro árbol, otra rama. Mismo continente, mismo hemisferio, mismas venas abiertas de Latinoamérica. Buscaba.
Recién llegado al país, seguía buscando. Conocí a Eva en clases de danza contemporánea. Con ella nace una historia de amor donde inventamos una familia (y también una serie de videodanzas que fuimos creando a lo largo de estos años). Luego de mi primer año en Buenos Aires, conocí también a Lucho. Las tres historias se entrecruzan y el arte de inventar también. Nace PIM PAU, este proyecto inventado así, por curiosidad y encantamiento.